Shaná Tova. Gmar Jatimá tová.
Quiero comenzar agradeciendo a todas las personas que tomaron parte en los servicios religiosos de éste año, a todos los socios que de alguna manera han colaborado en las actividades comunitarias, al Rabino Joshua por su dedicación y amor a ésta comunidad, al personal administrativo que con su trabajo nos apoyan en la marcha diaria de la comunidad, y de manera muy especial a las personas que voluntariamente aceptaron la responsabilidad junto conmigo de asumir las riendas de la comunidad para los próximos dos años.
A todos gracias por su apoyo y espero que juntos podamos seguir adelante con lo hecho hasta ahora y hacer crecer aún mas esta comunidad.
Estuve pensando mucho que podría decirles hoy que no se haya dicho. Que palabras utilizar para decirles lo que siento respecto a la comunidad, de manera que éstas no caigan en el vacío, y que de alguna manera causen un efecto positivo en todos.
Y es que hay palabras, frases e ideas, que de tanto usarlas, de tanto decirlas, se han gastado, y parece que han perdido su significado.
Palabras como: “comunidad”, “responsabilidad”, “asistencia”, “apoyo” “compromiso”, “nuestra comunidad”, “ser parte”, “pagar a tiempo”, etc. ya no le dicen nada a nadie, ya no motivan ni responsabilizan a nadie. Han perdido la fuerza de su significado y la vergüenza que deberían provocar cuando uno mismo las traiciona.
El idioma para hablarles a los socios, se ha agotado.
Desgraciadamente no hay otras palabras que podamos usar para comunicarnos, y para reiterar la responsabilidad que tenemos al haber formado ésta comunidad, con el único fin de defender principios fundamentales con los que supuestamente nos identificamos y con el apoyo y compromiso de todos. No de unos cuantos.
Tenemos un futuro muy comprometido con todos los niños y jóvenes de esta comunidad que han nacido y hecho su bar y batmitzvá aquí. ¿Qué comunidad les vamos a dejar? ¿Tendrán comunidad en el futuro?. No podemos dejarles palabras huecas y promesas incumplidas. Debemos dejarles hechos, demostrados con nuestro ejemplo de apoyo a la comunidad y asistencia a sus actividades. Eso es lo único que les podemos dejar.
Esta directiva tiene como proyecto de trabajo enfocarse a los niños y jóvenes de la comunidad. Pero solos no podemos. Necesitamos del apoyo de todos y particularmente de sus padres. La demografía de la comunidad está en los extremos: por una parte una mayoría de niños y jóvenes y por otra una gran cantidad de adultos, en los que recae la responsabilidad comunitaria de éstos niños.
Por ello, hemos decidido que en la fiesta de Simjá Torá sea dedicada a los jóvenes, dándole el honor de ser el Jatán Torá a Salomón Behar, reconociéndole así su colaboración y apoyo incondicional a ésta comunidad; y el honor de Jatanei Bereshit, de manera conjunta a todos los jóvenes que en estos últimos años hicieron Bar y Bat Mitzvá: Ricardo Chejfec, Samuel García, Miriam España, Ana García, Tomer Guy, Paulette Moel, Vania Alvarez y Mauricio Moel, por su participación voluntaria en los rezos de Shabat y lecturas de la Torá.
Ellos son, sin duda el futuro de la comunidad.
Ahora, aunque suene ilógico, pero quiero dirigirme a los que no están. O a los que poco vienen, y hoy nos acompañan. Quiero dirigirme a los que se hacen sordos ante los problemas comunitarios; a los que no cumplen sus compromisos económicos, y a los que nos han dejado solos con la responsabilidad de la comunidad que ayudaron a formar o a la que decidieron pertenecer.
Ayer nuestro rabino platicó la historia, “hipotética supongo”, de una comunidad compuesta por cientos de personas, en la que cada uno de sus miembros por diferentes razones se fue auto-descartando del trabajo y la responsabilidad comunitaria, hasta que quedaron solo dos personas: un directivo y el rabino.
Esa historia causó risa en la mayoría, pero a mi, me causó mas bien preocupación y temor.
Quiero decirles que los directivos actuales, y concretamente yo, no seremos esa persona a la que todos les dejan cómodamente el trabajo y la responsabilidad de sacar adelante la comunidad y de dar la cara por los compromisos económicos adquiridos por todos.
Esta comunidad, como la del ejemplo que ponía Joshua ayer, también esta formada de personas adultas que sin ningún miramiento se auto-descartan de la responsabilidad.
Unos alegan estar muy ocupados en otras cosas y no tener tiempo para asistir a reuniones de trabajo, y ni siquiera a actividades culturales o de esparcimiento.
Otros fundamentan su alejamiento en que no les cae bien el directivo en turno o el rabino; que la secretaria les habló feo, o que no les gusta la manera como se hace tal o cual cosa.
Y la primera represalia que todos utilizan para manifestar sus desacuerdos es la de no pagar, no pagar a tiempo, o decidir unilateralmente bajarse la cuota que ellos mismos habían acordado, importándoles nada las consecuencias de sus retrasos, seguros de que habrá un directivo, ese último directivo, que afrontará la situación y dará la cara por todos.
Yo no quiero regañar a nadie. No soy nadie para eso. Lo que quiero es apelar a sus propias conciencias y a que hagamos todos honor a los compromisos asumidos. Pagando lo que nos corresponde, y asistiendo.
Ambas cosas. Porque de nada sirve pagar para tener una comunidad vacía, y por otro lado es imposible tener un lugar funcionando con actividades para todos, sin que nos cuesten.
Hoy es el momento de decir esto.
Las fiestas de Rosh Hashana y Iom Kipur nos sacan las fibras mas sensibles de nuestro ser. En éstos días demostramos cariño, solidaridad, pedimos perdón y perdonamos; nos comprometemos a ser mejores personas, mejores hijos, mejores padres, mejores esposos o hermanos.
En estos días nos comprometemos a ser mejores judíos.
Y yo me pregunto: ¿qué ocurre en el resto del año? Porque no cumplimos nuestras promesas de ser mejores personas, todos los días?
¿Porqué solamente hoy somos mas amables con el otro; porqué esperamos hasta hoy para cumplir nuestros compromisos morales y económicos?
No se vive un día al año. Vivimos todos los días. Y la vida comunitaria es igual. Si vive y come solo un día al año se muere.
Lo que ha pasado, es que a ocho años de haber fundado ésta comunidad, muchos de ustedes, principalmente los que no están, nos han dejado solos.
Muchos rehuyeron al compromiso asumido, y se les acabó la motivación que dio origen a ésta comunidad.
Dan por hecho que existe, y que ahí estará siempre a pesar de su ausencia física y económica.
Dan por hecho que ahí estaremos siempre algunos de nosotros para defender su derecho a ser judíos y a vivir un judaísmo conservador; dan por hecho que siempre habrá alguien haciendo el trabajo y poniendo los recursos necesarios para que todos tengamos un lugar para llevar una vida judía libre de prejuicios y discriminación.
Sí, la comunidad puede tener muchas carencias; sí, el rabino y los directivos en turno podemos tener mucho defectos y no ser del agrado de todos; sí, la vida en general y la vida comunitaria no es perfecta, ni nunca lo será.
Pero está en todos nosotros, y no en unos cuantos, contribuir a hacerla si no perfecta, al menos mas llevadera, mas amable y mas enriquecedora.
En este día de reflexión e introspección; en éste día en el que todos tienen su corazón abierto, quiero pedirles como amigos, como familia, como miembros de ésta comunidad, que no nos dejen solos.
Porque muchos nos han dejado solos. Solos en la convivencia y solos en las responsabilidades.
Nadie de nosotros, ni de nuestras familias es una isla. Estamos todos comprometidos, los unos con los otros. Los puntos de vista adoptados por unos, tienen impacto sobre los demás.
Pero pese a las profundas diferencias de enfoque, ¿ debemos rehusarnos a entrar en conversación unos con otros? ¿Debemos encontrar placer en el fracaso del otro?
No podemos vivir con la soberbia de pensar que nadie necesita del otro, o que nunca necesitará de la comunidad y de la solidaridad de los demás.
Por eso estamos aquí, en comunidad, rezando los unos por la salud de los otros, y ayudándonos los unos a los otros para preservar nuestros respectivos legados y para preservar el legado común.
Somos herederos de una larga historia de desprecios, de desconfianza y de la anulación de expresiones honestas y nobles de buena voluntad. Y esa historia es la que decidimos cambiar.
La comunidad es el territorio común de todos. Es el lugar para darnos cuenta que a pesar de los desacuerdos que podamos tener, hay convergencia en muchos de nuestros compromisos, en tareas que tenemos en común y en males que debemos combatir juntos.
Porque por encima de todo, y a pesar de que podamos discrepar acerca del modo de lograr las cosas, los miedos, las emociones, y las necesidades que sentimos y tenemos todos son las mismas.
La responsabilidad y compromiso de mantener esta comunidad es de todos. Acabar con ella es muy fácil. Volverla a hacer muy difícil, si no imposible.
No están solos. No estamos solos. No nos dejen solos. No nos quedemos solos.
Shaná Tova. Gmar Jatimá Tová.
Cecilia Elías
Presidenta de la Comundad Hebrea de Guadalajara
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