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En esta segunda noche de Rosh haShana, quiero comenzar este espacio de estudio y reflexión citando algunos fragmentos de un poema de Bertold Brecht, llamado “Loa a la Duda.” Así dice:
“¡Loada sea la duda! Les aconsejo que saluden
Serenamente y con respeto
A aquel que pesa vuestra palabra como una moneda falsa.
Quisiera que fuesen avisados y no dieran
Vuestra palabra demasiado confiadamente.
[…] Así fue como un hombre ascendió un día a la cima inaccesible,
Y un barco logró llegar
Al confín del mar infinito.
¡Oh hermoso gesto de sacudir la cabeza
Ante la indiscutible verdad!
¡Oh valeroso médico que cura
Al enfermo ya desahuciado!
Pero la más hermosa de todas las dudas
Es cuando los débiles y desalentados levantan su cabeza
Y dejan de creer
En la fuerza de sus opresores.
[…] Son irreflexivos los que nunca dudan.
Su digestión es espléndida, su juicio infalible.
No creen en los hechos, sólo creen en sí mismos. Si llega el caso,
Son los hechos los que tienen que creer en ellos. Tienen
Ilimitada paciencia consigo mismos. Los argumentos
Los escuchan con oídos de espía.
Frente a los irreflexivos, que nunca dudan,
Están los reflexivos, que nunca actúan.
No dudan para llegar a la decisión, sino
Para eludir la decisión. Las cabezas
Sólo las utilizan para sacudirlas. Con aire grave
Advierten contra el agua a los pasajeros de naves
Hundiéndose.
Bajo el hacha del asesino,
Se preguntan si acaso el asesino no es un hombre también.
Tras observar, refunfuñando,
Que el asunto no está del todo claro, se van a la cama.
Su actividad consiste en vacilar.
Su frase favorita es: “No está listo para sentencia.”
Por eso, si alaban la duda,
No alaben, naturalmente,
La duda que es desesperación.
¿De qué sirve poder dudar
A quien no puede decidirse?
Puede actuar equivocadamente
Quien se contente con razones demasiado escasas,
Pero quedará inactivo ante el peligro
Quien necesite demasiadas.
Tú, que eres un dirigente, no olvides
Que lo eres porque has dudado de los dirigentes.
Permite, por lo tanto, a los dirigidos
Dudar.”
Serenamente y con respeto
A aquel que pesa vuestra palabra como una moneda falsa.
Quisiera que fuesen avisados y no dieran
Vuestra palabra demasiado confiadamente.
[…] Así fue como un hombre ascendió un día a la cima inaccesible,
Y un barco logró llegar
Al confín del mar infinito.
¡Oh hermoso gesto de sacudir la cabeza
Ante la indiscutible verdad!
¡Oh valeroso médico que cura
Al enfermo ya desahuciado!
Pero la más hermosa de todas las dudas
Es cuando los débiles y desalentados levantan su cabeza
Y dejan de creer
En la fuerza de sus opresores.
[…] Son irreflexivos los que nunca dudan.
Su digestión es espléndida, su juicio infalible.
No creen en los hechos, sólo creen en sí mismos. Si llega el caso,
Son los hechos los que tienen que creer en ellos. Tienen
Ilimitada paciencia consigo mismos. Los argumentos
Los escuchan con oídos de espía.
Frente a los irreflexivos, que nunca dudan,
Están los reflexivos, que nunca actúan.
No dudan para llegar a la decisión, sino
Para eludir la decisión. Las cabezas
Sólo las utilizan para sacudirlas. Con aire grave
Advierten contra el agua a los pasajeros de naves
Hundiéndose.
Bajo el hacha del asesino,
Se preguntan si acaso el asesino no es un hombre también.
Tras observar, refunfuñando,
Que el asunto no está del todo claro, se van a la cama.
Su actividad consiste en vacilar.
Su frase favorita es: “No está listo para sentencia.”
Por eso, si alaban la duda,
No alaben, naturalmente,
La duda que es desesperación.
¿De qué sirve poder dudar
A quien no puede decidirse?
Puede actuar equivocadamente
Quien se contente con razones demasiado escasas,
Pero quedará inactivo ante el peligro
Quien necesite demasiadas.
Tú, que eres un dirigente, no olvides
Que lo eres porque has dudado de los dirigentes.
Permite, por lo tanto, a los dirigidos
Dudar.”
Les quiero confesar que a partir del año que acaba de concluir, el poema de Brecht se ha vuelto para mí muy significativo. En este año que pasó nació mi primera hija, y con ella comenzamos junto a Je el aprendizaje continuo que significa el ser padres. Con Iara, comenzamos el aprendizaje de la vulnerabilidad y de la duda que vienen de la mano con la paternidad. Más aun: y aun cuando no llevo ni un año de papá, me atrevo a decir que aquel que nunca ha dudado como padre respecto de la crianza de sus hijos, no ha terminado de entender de qué se trata la cuestión.
Por ejemplo, me parece, por lo que mi experiencia me enseña, que todo padre primerizo se ha preguntado alguna vez: ¿Qué debo hacer cuando mi niño levanta calentura?
(O, si se prefiere la versión culpógena de la misma pregunta: ¿¿¿Qué es lo que hemos hecho mal para que levante calentura???)
En determinados momentos también nos preguntamos: ¿Debe mi hija dormir con el cuarto absolutamente a oscuras y en total silencio o es preferible que entre luz y algo de ruido para que cuando sea grande no tenga demasiados problemas para dormirse en diferentes contextos y circunstancias?
Incluso, en momentos de mucho estrés, tratamos de dilucidar: ¿Qué es peor: que mi hijo no duerma durante el día porque no supimos establecer una rutina de horarios clara o que si no lo dormimos a las 9 de la noche en punto no deje de hacer berrinche toda la noche porque fuimos tan inflexibles que ahora es así o no es?
Conforme los años pasan, me parece que la situación mucho no varía.
Durante la adolescencia, nos iremos planteando si es bueno o no que salga con tal o cual amigo, que vaya o no a tal o cual antro, o que se suba o no al carro de quien sabe quien. Vacilaremos – incluso si ponemos cara de ‘yo-no-fui’ – cuando nuestra hija tan pequeñita (sin importar la edad que tenga) nos traiga al primer novio, y seguramente nos costará conciliar el sueño más de una vez, cuando alguna noche la duda nos aflija en el pensamiento de si nuestro yerno o nuera están contribuyendo realmente a la felicidad de nuestros niños.
Estas dudas nos habrán de acompañar toda la vida, y no son sino el sinónimo de lo mucho que nos importan nuestros hijos. Son esas dudas las que nos hacen mejorar, las que nos permiten dar cuenta de nuestras fallas y las que nos dan la posibilidad de reconocer todo aquello que no podemos ni debemos controlar. Cuando esas dudas faltan, todo aquello que significa ser padre se desvanece.
Para entender un poco más estas ideas, los invito a que analicemos el caso de nuestro patriarca Abraham. Y más específicamente aquellos textos que hacen a las lecturas escogidas por nuestros rabinos para estos días de Rosh haShana. Porque no es casual, por ejemplo, que hoy por la mañana hayamos leído sobre los primeros años en los que Abraham se volvió padre, mientras que mañana leeremos el terrible relato de las ataduras de Itzjak.
De alguna manera, podemos decir que Abraham, quizá por haber sido ya un hombre mayor, fue una persona a la cual tanto la duda como la paternidad no le eran sencillas. En un primer momento, esta incomodidad se manifiesta al expulsar sin miramientos a su hijo Ishmael por orden de su mujer Sara. En un segundo momento, la misma incomodidad se ve reflejada al acatar en silencio la orden divina de sacrificar a su hijo más querido.
La poca disponibilidad a la duda, arrojó a Abraham al borde de un precipicio en donde casi pierde a toda su familia. Y tal vez, lo que el relato bíblico nos quiera enseñar es que solo en el momento más duro, solo en el momento más difícil, al ver a su hijo desamparado y vulnerable, segundos antes de dejar caer su mano y su cuchillo, Abraham dudó, y en esa duda pudo escuchar la voz de Ds que le decía que ese sacrificio era sumamente innecesario.
Gracias a esa duda primordial, es que hoy estamos todos aquí, y que el pueblo judío no se extinguió en su segunda generación.
Pero las loas a la duda no solo aplican en lo referente a la paternidad, ni en lo referente a nuestro patriarca Abraham.
De hecho, fue gracias a que Colón dudó, que el continente americano fue redescubierto.
Fue gracias a las dudas de Copérnico, que finalmente entendimos que el universo no gira alrededor de la tierra, y gracias a las dudas de Darwin que comprendimos que el planeta no gira alrededor del hombre.
Y también fue gracias a que Herzl dudó, que hoy contamos con el Estado de Israel, y gracias a las dudas de Ben Gurión, y a todos los que vinieron después, que el ejército de Israel no sucumbió frente a un número mucho mayor de fuerzas enemigas. Fue gracias a que Begin dudó, y a que Rabin dudó, que la paz pudo ser firmada con algunos de nuestros vecinos, y así es que seguimos esperando que otros líderes duden, para poder entonces seguir creciendo, ya sea como personas, ya sea como sociedad.
Siendo la duda tan loada y necesaria para poder aspirar a un desarrollo sano y benéfico para todos, tanto en calidad de padres como de seres humanos, es poco más que decepcionante ver como uno de los mayores problemas que sufrimos en nuestros días es la radicalización de las posturas que ofrecen certezas inobjetables y soluciones indiscutibles.
Son los dueños de estas verdades absolutas, quienes generación a generación han sido los responsables primordiales de derramamientos de sangre, de opresiones, y de los sinsabores de las terribles decisiones que se fueron tomando en aras de demostrar que tal o cual camino no sólo era el correcto sino el único posible para alcanzar la salvación, ya sea de alguna persona, ya sea de alguna institución.
Es por esta razón, nos recuerda Brecht en su poema, que la más linda de las dudas acontece cuando el oprimido se levanta. Cuando aquel que siempre se creía las verdades arbitrarias que le eran ofrecidas empieza a dudar, nuevos mundos y oportunidades se comienzan a abrir, y entonces la vida puede ser radicalmente diferente para todos.
Y sin embargo, pareciera ser que así como el mundo se llena de los fundamentalistas de la certeza, también se puebla con los fanáticos de la eterna reflexión.
Es decir, gente que piensa, piensa y piensa, analiza, analiza y analiza, escucha, escucha y escucha, solo para nunca decidir absolutamente nada. Y en este punto vale la aclaración: la duda es un espacio de crecimiento y desarrollo cuando luego de escuchar, analizar y pensar sobre las opciones posibles, nos decidimos por alguna y actuamos, incluso si luego resulta que nos equivocamos.
Por el contrario, cuando la duda se vuelve la excusa para evadirnos de la responsabilidad de elegir y dar cuenta de nuestras elecciones, entonces los que dudan se vuelven los aliados necesarios de todos los irreflexivos.
Más aun: los irreflexivos solo pueden desplegar todo su funesto potencial cuando se encuentran con aquellos que mirando la vida desde el costado, justifican todo tipo de acciones, ya sea porque los extremistas son en el fondo buenas personas, porque lo hicieron por amor, o porque obraron sin darse cuenta de las consecuencias de sus actos. En todos estos casos, cuando se juntan el hambre con las ganas de comer, no nos queda otra más que esperar la catástrofe…
O bien, podemos decidir involucrarnos para posibilitar que las cosas sean y se hagan de otra manera. Porque como decía Rabi Najman de Braslav, si creemos que se puede destruir, debemos creer también que se puede reparar.
Si creemos que las cosas se pueden hacer de otra manera, deberemos asumir con nuestro ejemplo aquel cambio que queramos ver en el mundo.
Si creemos que las cosas se pueden hacer de otra manera, deberemos construir modelos institucionales que posibiliten la duda, el disenso y la pluralidad de opiniones entre quienes se sienten en una misma mesa.
Y si creemos que las cosas se pueden hacer de otra manera, deberemos tomar todo lo que aprendemos día a día como padres, para volcarlo de manera sincera y significativa en nuestro trato con nuestros semejantes y amigos.
En estos días de renovación y cambio, quiera Ds ayudarnos para no tenerle miedo a la duda. Que pueda la duda hacernos pensar, y que pueda el pensar llevarnos a hacer, dando cuenta en nuestras decisiones que nos sabemos finitos y vulnerables, y que no pretendemos ser los dueños egoístas de verdades inobjetables.
Gracias a mucha gente que dudó, nuestro mundo es hoy un mundo mejor.
Que podamos en este nuevo año que comienza, contribuir también nosotros para la concreción de esta noble tarea.
LeShana Tova Tikatevu veTejatemu!
Rabino Joshua Kullock
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