SHABAT MATOT - MASEI

10 de Julio de 2010 - 28 de Tamuz de 5770

LOS RABINOS DE LA UJCL
ESCRIBEN EL COMENTARIO DE LA PARASHA
Rabino Joshua Kullock
Uno de los temas a los que más atención le otorga nuestra tradición es a la palabra y a sus efectos. A diferencia de aquellos que sostienen una visión del lenguaje en tanto herramienta para describir la realidad, en el judaísmo el lenguaje es entendido como creador de la realidad. Ds crea el mundo a través de la palabra, y nosotros somos llamados a imitar cotidianamente su obra de creación a partir de nuestros propios actos, incluyendo la utilización responsable del lenguaje.
En la primera de las parashiot de esta semana, la Tora nos habla de votos y promesas, y nos dice: “Cuando alguien haga un voto a Ad-nai, o haga juramento ligando su alma con alguna obligación, no quebrantará su palabra; hará conforme a todo lo que salió de su boca” (Nu. 30:3).
Técnicamente, los votos se dividían en dos grandes categorías: por un lado, se encontraba aquella persona que decidía voluntariamente dejar de hacer ciertas cosas que no estaban normativamente prohibidas: ingerir ciertos frutos, tomar alcohol, o cortarse el cabello, entre otras. Por otro lado, se encontraba aquel que incurría en un voto cuyo objetivo era obligarse a sí mismo a traer una ofrenda al Templo de Jerusalem la cual no le había sido requerida.
Sin embargo, incluso en contra de lo que podríamos creer a primera vista, ya desde los tiempos bíblicos se miraba a la práctica de los votos con cierto recelo. Es por eso que leemos en el libro de Eclesiastés: “Cuando a Ds hagas promesa, no tardes en cumplirla, porque Él no se complace en los insensatos. Cumple con lo que prometes. Mejor es no prometer que prometer y no cumplir” (5:3-4). De aquí que años más tarde, los sabios del Talmud hayan llegado a expresar que “todo aquel realiza votos, aun cuando los cumple, es considerado un transgresor” (Nedarim 77b).
Si bien es difícil asegurar que los rabinos hayan considerado a quien eleva su voz en una promesa como un transgresor, la hipérbole talmúdica no hace más que subrayar el lugar fundamental que ocupa la palabra en la tradición judía. Al hablar, sostenían nuestros sabios, nosotros ponemos en juego todo lo que somos. De esta manera, no es casual que las palabras hebreas neshama (alma) y neshima (respiración) comparten la misma raíz: al hablar, que no es otra cosa que transformar en sonidos nuestra propia respiración, nosotros estamos dándole forma a nuestra alma, la cual va modificándose (al igual que nuestra identidad) a partir de las acciones que vamos emprendiendo a diario. Dentro de dichas acciones, los actos del lenguaje tienen un lugar preponderante.
Dichos actos del lenguaje, como ya hemos dicho, van construyendo nuestra propia realidad. Esta realidad, a su vez, se encuentra por lo tanto en un constante devenir, ya que somos nosotros los hablantes quienes le vamos dando forma a partir de nuestras decisiones cotidianas. Y en este sentido, los votos y las promesas son importantes porque nos ayudan a generar una isla de certeza en un futuro que siempre se nos presenta como un mar casi infinito de opciones diversas. Al prometer algo, comprometemos nuestro ser en la responsabilidad que adquirimos de cumplir con la palabra dada. Es por ello que, como dice el Dr. Rafael Echeverría:

“Las promesas implican un compromiso manifiesto mutuo. Si prometo algo a alguien, esa persona puede confiar en ello y esperar que cumpla con las condiciones de satisfacción de mi promesa. Esto no es solamente un compromiso personal sino social. Nuestras comunidades, como condición fundamental para la coexistencia social, se preocupan de asegurar que las personas cumplan sus promesas y, por lo general, sancionan a quienes no lo hacen. Gran parte de nuestra vida social está basada en nuestra capacidad de hacer y cumplir promesas.” (Ontología del Lenguaje, p. 92)

Visto desde esta perspectiva, podemos entender la insistencia de la Tora de que cumplamos con aquello con lo que nos comprometemos: al hacer una promesa, estamos generando expectativas en la construcción de un futuro determinado que dependerá de nuestra posibilidad de llevar a cabo todo aquello que hemos pactado hacer. Por el contrario, al desentendernos de los votos que realizamos, debilitamos un sistema que – entre otras variables – fue pensado a partir del compromiso asumido. Siendo así, y habiéndonos en el pasado comprometido como pueblo con el sostenimiento del pacto eterno que nos une a Ds, hoy en día somos cada uno de nosotros los responsables directos de seguir llevando adelante en presente continuo este hermoso e ineludible desafío.
Shabat Shalom uMeboraj!


DESDE LA COMUNIDAD HEBREA DE GUADALAJARA TE DESEAMOS SHABAT SHALOM !!!

2 comentarios:

Sue dijo...
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Joshua Kullock dijo...
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