¿Prendieron
la tele últimamente?
¿Dieron
un vistazo a los periódicos?
Hace
unos días, mientras pensaba en lo que quería compartir en estas noches de Rosh
haShana con ustedes, pasé quince minutos delante de CNN para enterarme, entre
otras cosas, del asesinato del embajador norteamericano en Libia, del asesinato
de un ex diputado aquí en México y de la sensación de una inevitable guerra
civil en Venezuela cuando se realicen las elecciones presidenciales allí el mes
que viene.
De
igual manera, no hay semana que pase sin escuchar al presidente de Irán repetir
su promesa de borrar del mapa a la “entidad sionista,” y basta con abrir
internet para leer sobre los cohetes que nuevamente son disparados desde la
franja de Gaza para volver a caer sobre el sur de Israel.
Miremos
por donde miremos, vivimos en un mundo muy convulsionado. Abrimos los ojos y
parece que somos actores en una película de terror. Pero para peor (como si
fuera necesario) ahora ya no sólo se trata de convulsiones que ocurren a miles
de kilómetros de distancia.
En
estos días, en estos tiempos, no es difícil escuchar a gente que empieza a
preocuparse porque llegar a fin de mes ya no resulta tan fácil como antes, o ser
testigos de jornadas en las que los narcos bloquean las arterias principales de
la ciudad y en la radio nos dicen que de preferencia nos quedemos en casa. En una
de las últimas veces que esto ocurrió, hace algunos meses, yo estaba en Valle
Real junto a Jessica y las niñas. Y aun cuando después uno ve que había más
psicosis generalizada que un riesgo real, aquel regreso a Providencia con toda
la familia pareció eterno.
El
problema es que tanto estrés se suele transformar en miedo y desconfianza, lo
cual termina por afectar la forma en que nos relacionamos con los demás. Poco a
poco, como si retrocediéramos en el tiempo evolutivo de la humanidad, nos
empezamos a encerrar en nuestra propia “cueva” y caemos en eso de la
supervivencia del más apto, sin importarnos demasiado aquello que suceda con
quienes no son de nuestra propia familia.
No
obstante, y aunque parezca consuelo de tontos, la humanidad siempre vivió
sumergida en inseguridad, violencia y caos.
Pensemos,
por ejemplo, en la Europa de las Cruzadas, la Inquisición o el nazismo.
Pensemos,
por ejemplo, en los indígenas americanos durante los años de la conquista.
Pensemos,
por ejemplo, en tantos hombres y mujeres que sufrieron y sufren por hambre,
enfermedades y condiciones de vida mucho peores que las nuestras.
Y
si nosotros, que vivimos en relativa paz, sentimos todo esto, imaginemos por un
instante las vidas de aquellos que fueron o son arrastrados alguna vez a la
guerra.
Pienso
en todo esto, y mientras pienso, me pregunto y les pregunto:
¿Cómo
hacer para que el mundo no implosione?
¿Cómo
evitar que la humanidad se autodestruya?
Tal
vez, nuestra esperanza radique en aquellos que, en medio de la crisis, el miedo
y la desesperación salen de sus cuevas y no se olvidan de los demás.
En
este sentido, el Rabino Jonathan Sacks, quien es la figura más importante del
judaísmo inglés de nuestros días (ha sido nombrado Lord por la Reina de
Inglaterra, algo que no muchos judíos han logrado), cuenta que a fines de los
noventa fue a visitar la región de Kosovo que estaba siendo asediada por la
guerra entre cristianos y musulmanes. Allí, el rabino entrevistó a uno de los
capitanes de la OTAN que estaban emplazados en la ciudad de Pristina. En medio
de la entrevista, el capitán agradeció al Rabino Sacks por todo lo que la
comunidad judía local había hecho durante la guerra. En medio del caos, la
comunidad judía local se había hecho cargo de las 23 escuelas primarias de la
ciudad. Gracias a la comunidad judía, decía el capitán, todos los niños de la
ciudad seguían contando con un sistema educativo en funcionamiento.
Ahora
bien, ¿cuántos judíos vivían en Pristina? Once.
Once
personas, sólo once personas, fueron necesarias para que durante la guerra de
Kosovo el sistema educativo de la ciudad siguiera funcionando. Once personas,
sólo once personas, fueron necesarias para que la estructura no se cayera a
pedazos.
En
el Talmud se nos cuenta que el mundo se sostiene gracias a la existencia de 36 justos
(Sanhedrin 97b). Esas 36 personas cargan sobre sus espaldas con el desafío de
que el mundo continúe y de que la humanidad no desaparezca. Linda tarea, ¿no?
En hebreo se los conoce como los “Lamed-Vavnikim” (Lamed = 30; Vav = 6).
Algunos explican el número 36 explicando que en realidad se trata de dos veces
Jai, dos veces vida, que en hebreo suma 18 (Jet = 8; Yud = 10). Hay quien dice
que esto es así porque muchas veces estos pocos seres responsables tienen que
vivir con constancia, responsabilidad y compromiso no sólo sus propias vidas
sino también la vida de tantos otros que operan en el mundo desde la apatía y
la falta de toda voluntad de contribuir con cualquier causa que pueda
describirse como noble o como justa.
El
escritor argentino Jorge Luis Borges, fascinado con la idea de los 36 justos,
escribió sobre ellos lo siguiente:
“Hay en la tierra, y hubo siempre, treinta y seis hombres rectos cuya
misión es justificar el mundo ante Ds. Son los Lamed Wufniks (¡Borges era
Ashkenazi!). No se conocen entre sí y son muy pobres. Si un hombre llega al conocimiento de que es un Lamed Wufnik muere
inmediatamente y hay otro, acaso en otra región del planeta, que toma su lugar. Constituyen, sin sospecharlo, los secretos pilares del universo. Si no fuera por ellos, Ds aniquilaría al género humano. Son nuestros salvadores y no lo saben.”
Entre
aquellas cosas importantes que aprendemos de los 36 justos gracias a Borges está
el hecho de que un verdadero Lamed Vavnik no sabe que es un verdadero Lamed
Vavnik.
Aquellos
que realmente salvan al mundo no son conscientes de la importancia de sus
acciones y, por lo tanto, tampoco pueden presumir de lo que hacen o dejan de
hacer.
A
decir verdad, entre tanto caos mundial posiblemente tampoco tengan demasiado
tiempo para echarse porras por todo lo que hacen por ellos y por los demás.
Sin
embargo, Borges escribió sobre los Lamed Wufniks en un libro que se llama: “El
libro de los seres imaginarios.” Estos 36 justos aparecen compartiendo las
mismas páginas que el Ave Fénix, el Cancerbero, el Dragón Chino y el Minotauro.
Al parecer, Borges no tenía muchas esperanzas puestas en que estos justos
existieran. Y tal vez tenía buenas razones para no hacerlo.
Aun
así, en esta noche en la que celebramos un nuevo aniversario del mundo y en donde
nos ponemos a hacer el balance de nuestra propia alma en relación con Ds, con
nuestros semejantes, con nuestras familias y con la comunidad, yo quiero
invitarlos a recuperar esta poderosa idea de los Lamed Vavniks, de los 36
justos que tienen la capacidad de sostener un mundo que vive en crisis. Y
quiero invitarlos a recuperar esta poderosa idea en varios niveles:
Me
gustaría, por ejemplo y para empezar, que se tomen unos minutos para
reflexionar sobre aquellas personas que ustedes conocen y crean que pueden ser
parte de los 36 justos. No les pido que piensen en los salvadores del universo,
ni que se concentren en los grandes superhéroes de nuestros tiempos. En esta
oportunidad les quiero pedir que piensen en aquellas personas que son claves en
los distintos mundos simbólicos que habitamos, aquellos que nos traen un poco
de paz entre tanta crisis y tanto desorden:
Piensen
en aquel que promueve encuentros familiares cuando nosotros estamos demasiado
ocupados para pensar en eso.
Piensen
en aquel que siempre nos llama para recordarnos la importancia de la amistad y
que nosotros agradecemos siempre tarde pero sinceramente porque no hay vez que
nosotros tomemos la iniciativa de levantar el teléfono antes que él.
Y
piensen en aquel que hace lo posible y lo imposible por sostener la comunidad
mientras nosotros estamos tomando el té, jugando a las cartas o llevando a
nuestros hijos e hijas a clases de Ballet, Yoga o Futbol. Ojo. Nada de todo eso
está mal, que quede claro: Mis hijas hacen natación, Jess empezó con
mosaiquismo y yo intento jugar al tenis durante la semana. Poder dedicar parte
de nuestro tiempo a actividades lúdicas o de esparcimiento es fundamental para
tener una vida sana. Pero mientras nosotros estamos haciendo otras cosas
importantes para nuestras vidas, hay 36 justos – o aquí en Guadalajara incluso
menos que eso – que trabajan por lograr que la sinagoga esté abierta un día
como hoy y durante el resto del año, dándonos la posibilidad de reencontrarnos
para celebrar un nuevo año juntos y para vivir el resto del calendario hebreo y
el ciclo de la vida judía en comunidad.
Tomarnos
unos minutos para reflexionar e intentar reconocer a estas personas es
importante porque entonces podemos acercarnos a ellas y agradecerles de corazón
por lo que hacen. Y no se preocupen por eso que decía Borges de que cuando un
Lamed Vavnik se da cuenta de que es parte del selecto grupo de justos
inmediatamente se muere. Un verdadero Lamed Vavnik siempre va a negar ser uno
de los 36 responsables de que el mundo siga adelante. Así que sin pena:
Reconozcan, acérquense, abracen y agradezcan a sus 36 justos. Les aseguro que
eso les hará bien al alma y al corazón.
Pero
aquí no termina el desafío.
Porque
una vez que hicieron esto, el paso que sigue es animarse a pensar en que cada
uno de nosotros puede llegar a ser uno de esos 36.
Imaginen
cómo sería el mundo si cada uno de nosotros se pensara a sí mismo como un pilar
fundamental de la humanidad.
Imaginen
cómo cambiaría nuestra forma de relacionarnos con los demás.
Imaginen,
aunque sea por un momento, cómo mejoraría nuestra calidad de vida y cómo bajarían
nuestros niveles de estrés, de violencia y de ansiedad.
En
sus leyes sobre la Teshuva, Maimónides escribe que cada uno de nosotros debe creer
que la balanza de sus actos está siempre en un equilibrio perfecto, lo que
quiere decir que la próxima decisión que tomemos va a inclinar la balanza para
un lado o para el otro, no sólo en lo que refiere a nuestras vidas, sino
también en lo que refiere a la vida de los demás. Por eso, en esta noche de
Rosh haShana, los invito a que se animen a pensar que en estos momentos hay
solamente 35 justos en todo el mundo, y que cada uno de nosotros tiene la
responsabilidad de volverse el número 36. Ser uno de los 36 no es tan
complicado: De hecho, empieza con la voluntad de querer dejar una huella
significativa tras nuestro paso aquí por la tierra. El resto viene solo y casi
sin darnos cuenta, cuando ya estamos ocupados haciendo de este mundo un mundo
mejor.
Por
último, y en caso de que alguna vez nos desanimemos pensando en que nos parece
que somos demasiado pocos y que no la vamos a librar, no dejemos de recordar
que lo importante no es la masa crítica sino la vocación de servicio que nos
une y nos inspira.
Si
en un planeta con más de 7.000 millones de habitantes sólo se necesitan 36
justos para seguir andando, entonces lo que verdaderamente cuenta no es la
cantidad sino la calidad.
Si
once judíos pueden sostener todas las escuelas de una ciudad en guerra, 150
judíos pueden sostener, de así quererlo, un judaísmo vivo y auténtico aquí en
Guadalajara, del que podamos estar orgullosos y el que podamos legar a nuestros
hijos, hijas y continuadores.
No
es el número lo que marca la diferencia, sino la capacidad de ofrendarnos en el
ser para beneficio propio y para beneficio de los demás.
En
esta noche de Rosh haShana los invito a pensar en los justos que los rodean para
poder agradecerles por su compromiso responsable.
En
esta noche de Rosh haShana los invito a cada uno de ustedes a pensarse como
potenciales justos que hacen posible con sus vidas que todo el universo, pero
principalmente que nuestros pequeños mundos, sigan avanzando para bien.
En
esta noche de Rosh haShana los invito a empezar a delinear los pasos que nos
permitan trabajar en forma conjunta para demostrar y demostrarnos que si verdaderamente
nos comprometemos con la causa, los números serán secundarios ya que calidad humana
para hacer bien las cosas no nos falta.
Quiera
Ds que seamos inscriptos para bien en el libro de la vida.
Quiera
Ds inspirarnos para que en este nuevo año nos animemos a ser parte de los Lamed
Vavnikim, de aquellos cuyas obras, acciones y decisiones hacen posible que día
con día el mundo siga mejorando.
¡Le-Shana
Tova Tikatevu!
Rabino Joshua Kullock
No hay comentarios.:
Publicar un comentario