EL COMENTARIO DE LA PARASHA
Rabina Daniela Szuster
Congregación B'nei Israel, Costa Rica
Es llamativo el comienzo de uno de los primeros versículos de esta parashá. Dice el texto: “Estas son las generaciones de Iaacov: Iosef....” (Bereshit 37: 2). Sabemos que Iaacov tuvo doce hijos y una hija y sólo se menciona a Iosef como parte de su descendencia. Por qué no figuran
todos sus hijos.
Un Midrash (Bereshit Raba cap. 4:6) en relación a esta incoherencia, se pregunta por qué no figura Reuven, quien era el primogénito, en vez de Iosef. Y contesta Rab Shmuel Bar Najman diciendo que aparece Iosef porque todos los sucesos que le ocurrieron a Iaacov, también le ocurrieron a Iosef. O sea, que tuvieron vidas muy similares y por eso es éste al que se menciona.
El Midrash citado enumera una larga lista de similitudes entre padre e hijo como ser que las madres de ambos fueron al principio estériles, que ambas madres tuvieron dos hijos, ambos fueron pastores, ambos salieron de la tierra de Israel y tuvieron hijos fuera de Israel; y de esta manera continúa la lista.
Si analizamos los aspectos que traen a colación, la mayoría son fenómenos externos que uno no puede incidir para que ocurran de una u otra manera. Que la madre tenga dos hijos no depende de uno, se dio así. Pero hay una cualidad por la cual son similares y que no es completamente debido al azar: ambos fueron odiados por sus hermanos.
Que a los dos les haya ocurrido lo mismo no es una casualidad ni tiene una causa genética. Iaacov fue el preferido de Rivka y esto, de alguna manera, provocó que su hermano Eisav lo odiara por haber sido bendecido en su lugar. Iosef fue el preferido de Iaacov, su padre le regaló un atuendo especial como símbolo de su amor y ésto causó un fuerte odio por parte de sus hermanos. El tiempo pasó, son otras generaciones pero pareciera ser que la escena es la misma. Es la misma obra pero con diferentes personajes.
Cuántas veces observamos que esto ocurre en nuestras propias familias. Padres y madres transmiten a sus hijas e hijos las mismas falencias, errores y frustraciones de antaño. Deseamos darles lo mejor pero quizás, inconscientemente, les transmitimos aspectos negativos que nos determinan. Los psicoanalistas son expertos en hablarnos de las constantes repeticiones que se reiteran de una generación a otra. Como si estuviéramos destinados a encontrarnos en las mismas jugadas.
¿Y la experiencia, el aprendizaje, no se transmite? Parte de estas reiteradas repeticiones es que nadie se atrevió a hacer un alto, de reflexionar sobre este fenómeno y cambiar el rumbo, sorteando estas piedras que obstaculizan el camino. Iosef es un gran ejemplo de alguien que pudo tomar conciencia de esta cadena de sucesos e intentar hacer un corte al devenir familiar. Iosef no quiso seguir con estas acciones negativas de su padre, abuela y bisabuelo.
¿En dónde notamos este cambio? En unas semanas leeremos: “Tendió Israel (Iaacov) su derecha y la puso sobre la cabeza de Efraim, que era el menor, y su izquierda sobre la cabeza de Menashé…” (Bereshit 48:13). Iaacov siguió con la tendencia de sus antecesores, quiso hacer trampa para darle la mejor bendición al hijo menor en vez del mayor. Iosef no se quedó callado frente a esta injusticia que vivió en carne propia. Nos cuenta la Torá: “Mas cuando hubo visto Iosef que ponía su padre su mano derecha sobre la cabeza de Efraim, le disgustó y apoyó la mano de su padre, para quitarla de sobre la cabeza de Efraim y posarla sobre la cabeza de Menashé” (Idem. 17). No sólo actuó Iosef sino que expresó su malestar: “Dijo Iosef a su padre: ¡No es así, padre mío! ¡Pues éste es el primogénito, pon tu derecha sobre su cabeza!” (Idem. 18).
Claramente se puede notar que Iosef intentó hacer un cambio, no quiso que existiera preferencia entre sus hijos y que luego padezcan de odio, envidia y egoísmo entre ellos. Iosef sufrió bastante como para tener que ver repetirse el sufrimiento y dolor en sus propios hijos. Iosef tuvo la sabiduría de percatarse de lo que sucedía y hacer un alto. Ése es nuestro gran desafío: hacer un corte frente a las actitudes, acciones, sentimientos que vamos repitiendo en la vida de lo que heredamos de nuestros antepasados, sin darnos cuenta del gran daño que eso nos provoca. La sabiduría es poder continuar con los aspectos positivos de nuestros antecesores y modificar los negativos. Iosef logró hacer este cambio interno y animarse a transmitírselo a sus hijos. Quizás no sea casualidad que quedó la costumbre de bendecir a los hijos varones nombrando tanto a Efraim como a Menashé sin privilegiar a uno de los dos:
“Iesimjá Elohim keEfraim vejiMensahé”, “Quiera D”s bendecirte como a Efraim y Menashé”.
Shabat Shalom!